El día de la Independencia del Perú, también denominado como Fiesta Nacional, se celebra los 28 de julio de cada año, teniendo su origen en la conmemoración a la firma en Lima de la Declaración de independencia del Perú.
Día de la Independencia del Perú: ¿Qué pasó el 28 de julio de 1821?
El 28 de julio de 1821 se firmó el acta de Independencia, con lo que la entonces incipiente República Peruana cortaba formalmente lazos con el Imperio español.
Día de la Independencia del Perú: Primeros festejos
Luego de la firma del Acta de Independencia, se registraron festejos en toda Lima, las iglesias hicieron sonar las campanas, diferentes ceremonias se registraron en la Plazoleta de La Merced, el frontis del Convento de los Descalzos y la Plaza de la Inquisición.
Día de la Independencia del Perú: Mensaje a la Nación
La tradición determina que cada 28 de julio, con motivo de la conmemoración de la día de la Independencia del Perú, el presidente de la República da un mensaje a la nación, así mismo esa fecha es considerada día feriado.
Sucesos que llevaron a la gesta independentista del Perú
La Independencia del Perú fue un capítulo importante en las guerras de independencia hispanoamericanas. Fue un proceso histórico y social, el cual corresponde a todo un periodo de fenómenos sociales, levantamientos y conflictos bélicos que propiciaron la independencia política y el surgimiento de República Peruana como un estado independiente de la monarquía española, resultado de la ruptura política y desaparición del Virreinato del Perú por la convergencia de las corrientes liberadoras y la acción de sus propios hijos.
Los antecedentes más remotos de un afán de independencia se pueden encontrar desde la misma creación del virreinato del Perú hasta bien entrado el siglo XVIII. A lo largo de estas épocas se sucedieron múltiples movimientos y manifestaciones contra la dominación colonial, algunos de las cuales devinieron en auténticas rebeliones.
Pero la aplicación de las reformas borbónicas incrementó la desazón y la inconformidad tuvo su estallido en la rebelión de Túpac Amaru II, que no fue la primera ni la última, pero sí la más importante ocurrida, y que terminó en una violenta represión por parte de las autoridades virreinales, aunque permaneció latente el descontento entre la población.
Por primera vez las documentos coloniales usaron el término insurgentes y un movimiento proclamó la abolición de la esclavitud en el Perú, pero se discute si la finalidad de esta rebelión era una verdadera revolución del orden social colonial o tenía como objetivo la emancipación.
A principios del siglo XIX se produce la invasión francesa a España, los reyes españoles Carlos IV y su hijo Fernando VII abdicaron al trono en favor del emperador francés Napoleón Bonaparte, quien cedió la corona a su hermano, José Bonaparte. Como consecuencia de la ocupación francesa se produjo el levantamiento de España y, en diversos puntos de la América española, se crean juntas autónomas de gobierno que disputaban la hegemonía sin pretender cambiar el orden colonial.
Fue entonces que el virrey Abascal hizo del Ejército Real del Perú, y del virreinato peruano, la base de la contrarrevolución ante los patriotas en el Alto Perú, Quito, Chile y el Río de la Plata. Las primeras rebeliones autónomas peruanas surgieron en 1811 en el contexto de descontento indígena y colaboración criolla con la revolución rioplatense. La insurgencia peruana puso en rebelión el interior del país, si bien los múltiples levantamientos de Tacna, Huánuco, Huamanga, Cuzco, Apurimac y otras no lograron alcanzar la libertad del país, no obstante se mantuvieron los movimientos de guerrillas y montoneras a la llegada de las corrientes libertadoras.
En 1820, la rebelión de la Grande Expedición de Ultramar hizo desaparecer la amenaza de invasión del Río de la Plata y Venezuela, y posibilitó la llegada al Perú de las corrientes libertadoras. La Expedición Libertadora del Perú al mando del general argentino José de San Martín desembarcó en las costas peruanas procedente de Chile. Los realistas abandonaron Lima, se fortificaron en el Cuzco y el general San Martín proclamó la independencia del Estado peruano el 28 de julio de 1821, y bajo su Protectorado se formó el primer Congreso Constituyente del país.
La Guerra de Maynas consigue liberar el oriente peruano en 1822. Con el estancamiento del conflicto y la decepcionante Entrevista de Guayaquil con el Libertador Simón Bolívar, San Martín se ve obligado a retirarse del Perú. La joven república sostenía una guerra de resultado incierto contra los reductos realistas en el interior del país, y esta situación propicia la llegada al Perú de la corriente libertadora del norte y de Simón Bolívar que se pone al frente del Ejército Unido Libertador del Perú.
Finalmente, en 1824, la rebelión del Alto Perú quiebra el bastión de la sierra, tuvieron lugar las batallas de Junín y Ayacucho que culminaron con la capitulación del ejército realista y el fin del Virreinato del Perú.
Consecuente a la independencia del Perú, en abril de 1825, concluye la campaña de Sucre en el Alto Perú y, en noviembre de ese mismo año, México consigue la capitulación del castillo español de San Juan de Ulúa en Veracruz. Por último, en enero de 1826, caen los reductos españoles del Callao y Chiloé. España renuncia en 1836 a todos sus dominios continentales americanos.
Los resultados de la Independencia fueron muy variados: en lo político se cortó la dependencia de España, en lo económico se mantuvo la dependencia de Europa, y en lo social el despojo de tierras a indígenas se acentuó en la era republicana.
El empleado doméstico indígena fue tratado de forma inhumana, incluso en las primeras décadas del siglo XX. Esta población consiguió la ciudadanía en el mismo nacimiento de la república, el 27 de agosto de 1821; sin embargo, aún en pleno siglo XXI se sigue construyendo una sociedad genuinamente democrática, donde sea posible la plena garantía y el respeto de los derechos humanos.
El pago de la deuda de guerra
Consumado el Día de la independencia del Perú, quedó pendiente el pago de la deuda que este país había contraído con Chile y la Gran Colombia, a cuenta de los gastos hechos por estos países en la organización de las campañas militares de la última fase de la independencia (es decir, las expediciones libertadoras de San Martín y Bolívar). Con España también había una deuda pendiente, de acuerdo a lo estipulado en la Capitulación de Ayacucho.
Otro rubro era la deuda con Inglaterra, contraída también durante el proceso de la independencia y que al permanecer impaga había crecido excesivamente, por los intereses acumulados. De otro lado, existía una deuda interna con particulares que habían aportado, en especie o en dinero, a favor de las campañas independentistas.
Por el Tratado de Guayaquil del 22 de septiembre de 1829, el gobierno peruano ratificó su compromiso de pagar la deuda a la Gran Colombia, pero al fraccionarse esta entidad en tres países (Ecuador, Nueva Granada y Venezuela), quedaron suspendidas las negociaciones. En cuanto a la deuda con Chile, esta se vio incrementada con los montos que este país exigió por las campañas restauradoras de 1838-1839, las mismas que habían puesto fin a la Confederación Perú-Bolivia.
El pago de la cuantiosa deuda de la independencia peruana se fue prorrogando, hasta que, bajo el primer gobierno de Ramón Castilla (1845-1851), al contar con una holgura fiscal producto de las rentas del guano, se resolvió de una vez cancelarlas. Se empezó con el pago de la deuda interna, conocida con el nombre de «consolidación de la deuda interna», lo que originó un tremendo escándalo de corrupción, que estallaría en el gobierno siguiente.
Luego, por una ley de 1848, Castilla ordenó el pago de la deuda a todos los países, menos a España, hasta que este país reconociera la independencia del Perú. Hubo, sin embargo, voces discrepantes dentro del Perú, de quienes se oponían a realizar tales pagos, ya que al haber sido la campaña de la independencia una empresa mancomunada, en la que cada nación aportó de su parte en la consecución de un fin común, el Perú no debía dar ya más de lo que había dado, pues su aporte en recursos humanos y materiales había sido tan importante como la del resto de los países.
Sin embargo, en el gobierno de entonces primó la idea de cancelar las deudas, pues había contratos firmados, que se debían honrar, ya que era una manera de cimentar la confianza internacional en el país.
Con Chile se firmó una convención el 12 de septiembre de 1848, en la que se acordó como toda y única deuda el monto de 4 millones de pesos, los que se fueron pagando hasta 1856, con los intereses correspondientes.
Con los países de la antigua Gran Colombia se reiniciaron también las negociaciones, las cuales concluyeron en 1853, bajo el gobierno de José Rufino Echenique. Inicialmente, la demanda colombiana fue de más de 11 millones de pesos como deuda global, pero luego quedaron reconocidos a favor de Nueva Granada y del Ecuador 2 860 000 pesos. Con Venezuela se firmó un convenio aparte, reconociéndose su deuda en 855 000 pesos. El pago se hizo en los años siguientes. El Perú abonó, pues, 3 715 000 pesos a las tres Repúblicas grancolombianas.
También se pagó a los herederos de Bolívar la suma de un millón de pesos, decisión originada por una controvertida ley del Congreso Constituyente de 1825, que de esa manera había premiado al libertador en medio de la algarabía suscitada por el triunfo de Ayacucho.
Y con respecto a la deuda con España, si bien este país exigió su pago durante la crisis que desembocó en la guerra hispano-sudamericana (1865-1866), ella no se pagó, ni se la volvió a mencionar en el tratado definitivo de paz firmado entre ambas naciones en 1879.
Fuente: Wikipedia